SI ME MUERO, ME QUIERES

Vivimos en una sociedad que teme a la muerte y que respeta más a los muertos que a los vivos. El miedo a la muerte hace que, por más que hayamos odiado a alguien en vida, le perdonemos todo y lo extrañemos cuando su cuerpo desaparece.

Da igual que fue lo que nos hizo cuando seguía en este plano, ni cuantas veces deseamos su muerte, en el fondo, por dentro, hay una amarga sensación porque ya no esté y un “olvido” de lo que fue. Casi siempre, claro. Otras veces, ni la muerte física lo consigue.

Pero nos referimos aquí a esas relaciones de madre e hija que no se soportan y luego no soportan que muera el otro; o esas orejas que no pueden ni mirarse a la cara y luego no pueden vivir sin el otro. Basta que uno de los dos cuerpos quede sin vida, para que el otro empiece su sin vivir de culpas, anhelos, apegos y drama.

Si no eliminamos los errores mentales que ha causado el programa mental, basado en el miedo, que papá y mamá pusieron en nuestra mente, vamos a vivir en una constante batalla para tratar de ganar y no perder, tratando de que nadie nos arrebata la primera posición, haciendo lo posible para que el otro se sienta despreciado y despreciable, pero sin que se muera. Que sufra al máximo pero sin que desaparezca.

Besos en el corazón y bendiciones.

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