¡Hablas sin saber!
Esta afirmación, que debería ser lo habitual en el ser humano, se ha convertido en una de las losas más grandes para el ser humano. Juzgamos al resto de congéneres en función de lo que saben del mundo, calificándolos de listos o tontos en función de lo que pueden demostrar que saben.
En ese espíritu competitivo que el miedo ha CREADO en el ser humano, estamos constantemente tratando de demostrar cuánto sabemos de lo que CREEMOS que pasa en el mundo y a los demás, como si eso fuera a hacernos felices. Y tenemos que saber las cosas más que los demás, y tener la mejor información, claro. Pero no nos damos cuenta de cuánto dolor encierra ese ejercicio.
Eso no es más que el intento del ego por destacar y por defender su razón por encima de todas las demás. Cuando alguien no nos bendice con su aceptación de que “lo que yo digo, es así”, entramos en cólera por no haber conseguido convencerlo. Sin darnos cuenta de que eso de lo que hablamos no tiene ninguna importancia ni sentido.
Ninguna conversación basada en este mundo que vemos puede traer ninguna felicidad pues nada de este mundo que vemos es real. CREEMOS que es real, pero sólo porque damos Fe de ello con los ojos del cuerpo, más no somos conscientes de que eso que vemos está lleno de juicios basados en interpretaciones basadas en el miedo. Solo una conversación desde el corazón puede nutrir a dos seres y llenarlos de conocimientos.
Besos en el corazón y bendiciones.